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VOCALES Y CONSONANTES

Los sonidos, unidades mínimas en el plano fónico del habla,pueden describirse tomando en cuenta qué órganos de la boca intervienen en su formación y de qué manera.

El sonido producido en la garganta al espirar el aire se modifica en la boca según la mayor o menor capacidad que deje la actuación de los diversos órganos (lengua, dientes, faringe...)y según las dificultades, mayores o menores, que encuentre el aire espirado para salir de la boca.

Son vocales los sonidos que encuentran mínimas dificultades y consonates los sonidos que  encuentran grandes obstáculos.

Si tomamos como punto de referencia la articulación de la a, vocal media, en la que la lengua queda llana y extendida en la boca mientras el aire sale, las restantes vocales se distribuyen en dos series:

 1) Serie anterior: El predorso de la lengua se eleva hacia el paladar produciendo sucesivamente la e y la i.
 2) Serie posterior:El portdorso de la lengua se eleva hacia el velo del paladar y produce sucesivamente la o y la u.





Consonantes --- Clasificación


1) Por el punto de articulación, es decir, por el lugar de la boca en que los órganos articulatorios se aproximan o ponen en contacto:

 *Bilabiales: b, p, v, m
 *Labiodentales: f
 *Interdentales: c, z
 *Dentales: t, d
 *Alveolares:s, r, rr, l, n
 *Palatales: ch, y, ll, ñ
 *Velares: k/c, q, g, j

2) Por la trayectoria del aire espirado:

*Orales: El aire sale dominantemente por la boca-- b, c, ch, d
*Nasales: El aire sale en parte por la nariz--m, n y ñ


Semivocales y semiconsonantes


Las vocales cerradas (i/u) se conocen como semivocales, cuando van a final de diptongo, y semiconsonantes, cuando se producen a comienzo de diptongo.

Semivocales: aire, cauto.

Semiconsonantes: bien, fuente.












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LA LITERATURA EN CUADROS
























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Poesía :)




JAIME SABINES







ADÁN Y EVA 

I


Estábamos en el paraíso. En el paraíso no ocurre nunca nada. No nos conocíamos. Eva, levántate. 

Tengo amor, sueño, hambre. ¿Amaneció?. 

Es de día, pero aún hay estrellas. El sol viene de lejos hacia nosotros y empiezan a galopar los árboles. Escucha. 

Yo quiero morder tu quijada. Ven. Estoy desnuda, macerada, y huelo a ti. 

Adán fue hacia ella y la tomó. Y parecía que los dos se habían metido en un río muy ancho, y que jugaban con el agua hasta el cuello, y reían, mientras pequeños peces equivocados les mordían las piernas. 


II 


-¿Has visto cómo crecen las plantas? Al lugar en que cae la semilla acude el agua: es el agua la que germina, sube al sol. Por el tronco, por las ramas, el agua asciende al aire, como cuando te quedas viendo el cielo de¡ medio- día y tus ¿Ojos empiezan a evaporarse. Las plantas crecen de un día a otro. Es la tierra la que crece; se hace blanda, verde, flexible. El terrón enmohecido, la costra de los vicios árboles, se desprende, regresa. ¿Lo has visto? Las plantas caminan en el tiempo, no de un lugar a otro: de una hora a otra hora. Esto puedes sentirlo cuando te extiendes sobre la tierra, boca arriba, y tu pelo penetra como un manojo de raíces, y toda tú eres un tronco caído. -Yo quiero sembrar una semilla en el río, a ver si crece un árbol flotante para treparme a jugar. En su follaje se enredarían los peces, y sería un árbol de agua que iría a todas partes sin caerse nunca. 

III 

La noche que fue ayer fue de la magia. En la noche hay tambores, y los animales duermen con el olfato abierto como'un ojo. No hay nadie en el, aire. Las hojas y las plumas se reúnen en las ramas, en el suelo, y alguien las mueve a veces, y callan. Trapos negros, voces negras, espesos y negros silencios, flotan, se arrastran, y la tierra se pone su rostro negro y hace gestos a las estrellas. Cuando pasa el miedo junto a ellos, los corazones golpean fuerte, fuerte, y los ojos advierten que las cosas se mueven eternamente en su mismo lugar. Nadie puede dar un paso en la noche. El que entra con los ojos abiertos en la espesura de la noche, se pierde, es asaltado por la sombra, y nunca se sabrá nada de él, como de aquellos que el mar ha recogido. -Eva, le dijo Adán, despacio, no nos separemos. 

IV 

Ayer estuve observando a los animales y me puse a pensar en ti. Las hembras son más tersas, más suaves y más dañinas. Antes de entregarse maltratan al macho, o huyen, se defienden. ¿Por qué? Te he visto a ti también, como las palomas, enardeciéndote cuando yo estoy tranquilo. ¿Es que tu sangre y la mía se encienden a diferentes horas? 

Ahora que estás dormida debías responderme. Tu respiración es tranquilany tienes el rostro desatado y los labios abiertos. Podrías decirlo todo sin aflicción, sin risas. 

¿Es que somos distintos? ¿No te hicieron, pues, de mi costado, no me dueles? 

Cuando estoy en ti, cuando me hago pequeño y me abrazas y me envuelves y te cierras como la flor con el insecto, sé algo, sabemos algo. La hembra es siempre más grande, de algún modo. 

Nosotros nos salvamos de la muerte. ¿Por qué? Todas las noches nos salvamos. Quedamos juntos, en nuestros brazos, y yo empiezo a crecer como el día. 

Algo he de andar buscando en ti, algo mío que tú eres y que no has de darme nunca. 


¿Por qué nos separaron? Me haces falta para andar, para ver, como un tercer ojo, como otro pie que sólo yo sé que tuve.




LOS AMOROSOS 




Los amorosos callan. 


El amor es el silencio más fino, 


el más tembloroso, el más insoportable. 


Los amorosos buscan, 


los amorosos son los que abandonan, 


son los que cambian, los que olvidan. 




Su corazón les dice que nunca han de encontrar, 


no encuentran, buscan. 


Los amorosos andan como locos 


porque están solos, solos, solos, 


entregándose, dándose a cada rato, 


llorando porque no salvan al amor. 



Les preocupa el amor. Los amorosos 


viven al día, no pueden hacer más, no saben. 


Siempre se están yendo, 


siempre, hacia alguna parte. 


Esperan, 


no esperan nada, pero esperan. 



Saben que nunca han de encontrar. 


El amor es la prórroga perpetua, 


siempre el paso siguiente, el otro, el otro. 


Los amorosos son los insaciables, 


los que siempre -¡que bueno!- han de estar solos. 


Los amorosos son la hidra del cuento. 



Tienen serpientes en lugar de brazos. 


Las venas del cuello se les hinchan 


también como serpientes para asfixiarlos. 


Los amorosos no pueden dormir 


porque si se duermen se los comen los gusanos. 


En la oscuridad abren los ojos 


y les cae en ellos el espanto. 


Encuentran alacranes bajo la sábana 


y su cama flota como sobre un lago. 



Los amorosos son locos, sólo locos, 


sin Dios y sin diablo. 


Los amorosos salen de sus cuevas 


temblorosos, hambrientos, 


a cazar fantasmas. 


Se ríen de las gentes que lo saben todo, 


de las que aman a perpetuidad, verídicamente, 


de las que creen en el amor 


como una lámpara de inagotable aceite. 



Los amorosos juegan a coger el agua, 


a tatuar el humo, a no irse. 


Juegan el largo, el triste juego del amor. 


Nadie ha de resignarse. 


Dicen que nadie ha de resignarse. 


Los amorosos se avergüenzan de toda conformación. 


Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla, 


la muerte les fermenta detrás de los ojos, 


y ellos caminan, lloran hasta la madrugada 


en que trenes y gallos se despiden dolorosamente. 




Les llega a veces un olor a tierra recién nacida, 


a mujeres que duermen con la mano en el sexo, 


complacidas, 


a arroyos de agua tierna y a cocinas. 


Los amorosos se ponen a cantar entre labios 


una canción no aprendida, 


y se van llorando, llorando, 


la hermosa vida.







No es nada de tu cuerpo 


ni tu piel, ni tus ojos, ni tu vientre, 


ni ese lugar secreto que los dos conocemos, 


fosa de nuestra muerte, final de nuestro entierro. 


No es tu boca -tu boca 


que es igual que tu sexo-, 


ni la reunión exacta de tus pechos, 


ni tu espalda dulcísima y suave, 


ni tu ombligo en que bebo. 


Ni son tus muslos duros como el día, 


ni tus rodillas de marfil al fuego, 


ni tus pies diminutos y sangrantes, 


ni tu olor, ni tu pelo. 


No es tu mirada -¿qué es una mirada?- 


triste luz descarriada, paz sin dueño, 


ni el álbum de tu oído, ni tus voces, 


ni las ojeras que te deja el sueño. 


Ni es tu lengua de víbora tampoco, 


flecha de avispas en el aire ciego, 


ni la humedad caliente de tu asfixia 


que sostiene tu beso. 


No es nada de tu cuerpo, 


ni una brizna, ni un pétalo, 


ni una gota, ni un grano, ni un momento. 


Es sólo este lugar donde estuviste, 


estos mis brazos tercos.









Para hacer funcionar a las estrellas es necesario apretar el botón azul. 

Las rosas están insoportables en el florero. 


¿Por qué me levanto a las tres de la mañana mientras todos duermen? ¿Mi corazón sonámbulo se pone a andar sobre las azoteas detectando los crímenes, investigando el amor? 


Tengo todas las páginas para escribir, tengo el silencio, la soledad, el amoroso insomnio; pero sólo hay temblores subterráneos, hojas de angustia que aplasta una serpiente en sombra. No hay nada que decir: es el presagio, sólo el presagio de nuestro nacimiento.






NO ES QUE MUERA DE AMOR 



No es que muera de amor, muero de ti. 


Muero de ti, amor, de amor de ti, 


de urgencia mía de mi piel de ti, 


de mi alma, de ti y de mi boca 


y del insoportable que yo soy sin ti. 



Muero de ti y de mi, muero de ambos, 


de nosotros, de ese, 


desgarrado, partido, 


me muero, te muero, lo morimos. 



Morimos en mi cuarto en que estoy solo, 


en mi cama en que faltas, 


en la calle donde mi brazo va vacío, 


en el cine y los parques, los tranvías, 


los lugares donde mi hombro 


acostumbra tu cabeza 


y mi mano tu mano 


y todo yo te sé como yo mismo. 



Morimos en el sitio que le he prestado al aire 


para que estés fuera de mí, 


y en el lugar en que el aire se acaba 


cuando te echo mi piel encima 


y nos conocemos en nosotros, 


separados del mundo, dichosa, penetrada, 


y cierto , interminable. 



Morimos, lo sabemos, lo ignoran, nos morimos 


entre los dos, ahora, separados, 


del uno al otro, diariamente, 


cayéndonos en múltiples estatuas, 


en gestos que no vemos, 


en nuestras manos que nos necesitan. 



Nos morimos, amor, muero en tu vientre 


que no muerdo ni beso, 


en tus muslos dulcísimos y vivos, 


en tu carne sin fin, muero de máscaras, 


de triángulos oscuros e incesantes. 


Muero de mi cuerpo y de tu cuerpo, 


de nuestra muerte ,amor, muero, morimos. 


En el pozo de amor a todas horas, 


inconsolable, a gritos, 


dentro de mi, quiero decir, te llamo, 


te llaman los que nacen, los que vienen 


de atrás, de ti, los que a ti llegan. 


Nos morimos, amor, y nada hacemos 


sino morirnos más, hora tras hora, 


y escribirnos y hablarnos y morirnos. 






"Me encanta Dios" 















"Espero curarme de ti"



"No importa la distancia que nos separe porque siempre habrá un cielo que nos una".
Jaime Sabines


"Me dueles"

"Te quiero a las diez de la mañana"










"Tía Chofi"








PARA HACER FUNCIONAR A LAS ESTRELLAS 

NO ES NADA DE TU CUERPO 








Jaime Sabines



Jaime Sabines Gutiérrez fue un querido y respetado poeta y político mexicano, nacido en Tuxtla Gutiérrez el 25 de marzo de 1926 y fallecido en Ciudad de México el 19 de marzo de 1999. Su padre, Julio Sabines, fue uno de los responsables de su amor por la poesía, y probablemente de su personalidad sencilla y accesible, una de las razones de su éxito en vida. A los 19 años comenzó a estudiar medicina, para darse cuenta poco tiempo después de que su lugar estaba en la Literatura. Resulta curioso que tanto su esposa como sus cuatro hijos tuvieran nombres que comenzaban con "j", inicial del nombre de su padre, así como del suyo propio y el de sus tres hermanos.



Como escritor fue muy productivo; si bien difundió su poesía desde los 18 años, con "Horal", su primer poemario, comenzó en 1950 una serie de publicaciones que culminaría pocos años antes de su muerte. Sabines reconoció la importancia del estudio técnico para su evolución como escritor, para encontrar su propia personalidad, sin dejar de inspirarse en Neruda o Lorca, entre sus otras fuertes influencias. Su amor por su padre quedó plasmado en un poema que el mismo autor consideró su mejor obra, "Algo sobre la muerte del mayor Sabines".
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