ABDALA de José Martí

El gran significado que José Martí le concedió al hecho de que un joven saliese a combatir en defensa de su tierra natal no solo lo reflejó en discursos, cartas y materiales periodísticos en la etapa que ya estaba de lleno trabajando para lograr la reorganización de la guerra por la independencia de Cuba, sino desde el período de su juventud mediante el poema dramático titulado Abdala.

Esa obra de Martí, que escribió cuando tenía 15 años se publicó el 23 de enero de 1869 en el primer y único número del periódico La Patria Libre que él creara y que fuera impreso en la imprenta y librería “El Iris” en Obispo 20 y 22, en La Habana.

Para velar por la libertad nació Patria – Radio Majaguabo

Abajo, parte de los versos que inmortalizaron al poeta




Haciendo click en el siguiente enlace podrás acceder a la lectura completa del poema.. ABDALA de José Martí  

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GARCÍA MÁRQUEZ

Imagínese usted un pueblo muy pequeño donde hay una señora vieja que tiene dos hijos, uno de 17 y una hija de 14. Está sirviéndoles el desayuno y tiene una expresión de preocupación. Los hijos le preguntan qué le pasa y ella les responde:

-No sé, pero he amanecido con el presentimiento de que algo muy grave va a sucederle a este pueblo.

Ellos se ríen de la madre. Dicen que esos son presentimientos de vieja, cosas que pasan. El hijo se va a jugar al billar, y en el momento en que va a tirar una carambola sencillísima, el otro jugador le dice:

-Te apuesto un peso a que no la haces.

Todos se ríen. Él se ríe. Tira la carambola y no la hace. Paga su peso y todos le preguntan qué pasó, si era una carambola sencilla. Contesta:

-Es cierto, pero me ha quedado la preocupación de una cosa que me dijo mi madre esta mañana sobre algo grave que va a suceder a este pueblo.

Todos se ríen de él, y el que se ha ganado su peso regresa a su casa, donde está con su mamá o una nieta o en fin, cualquier pariente. Feliz con su peso, dice:

-Le gané este peso a Dámaso en la forma más sencilla porque es un tonto.

-¿Y por qué es un tonto?

-Hombre, porque no pudo hacer una carambola sencillísima estorbado con la idea de que su mamá amaneció hoy con la idea de que algo muy grave va a suceder en este pueblo.

Entonces le dice su madre:

-No te burles de los presentimientos de los viejos porque a veces salen.

La pariente lo oye y va a comprar carne. Ella le dice al carnicero:

-Véndame una libra de carne -y en el momento que se la están cortando, agrega-: Mejor véndame dos, porque andan diciendo que algo grave va a pasar y lo mejor es estar preparado.

El carnicero despacha su carne y cuando llega otra señora a comprar una libra de carne, le dice:

-Lleve dos porque hasta aquí llega la gente diciendo que algo muy grave va a pasar, y se están preparando y comprando cosas.

Entonces la vieja responde:

-Tengo varios hijos, mire, mejor deme cuatro libras.

Se lleva las cuatro libras; y para no hacer largo el cuento, diré que el carnicero en media hora agota la carne, mata otra vaca, se vende toda y se va esparciendo el rumor. Llega el momento en que todo el mundo, en el pueblo, está esperando que pase algo. Se paralizan las actividades y de pronto, a las dos de la tarde, hace calor como siempre. Alguien dice:

-¿Se ha dado cuenta del calor que está haciendo?

-¡Pero si en este pueblo siempre ha hecho calor!

(Tanto calor que es pueblo donde los músicos tenían instrumentos remendados con brea y tocaban siempre a la sombra porque si tocaban al sol se les caían a pedazos.)

-Sin embargo -dice uno-, a esta hora nunca ha hecho tanto calor.

-Pero a las dos de la tarde es cuando hay más calor.

-Sí, pero no tanto calor como ahora.

Al pueblo desierto, a la plaza desierta, baja de pronto un pajarito y se corre la voz:

-Hay un pajarito en la plaza.

Y viene todo el mundo, espantado, a ver el pajarito.

-Pero señores, siempre ha habido pajaritos que bajan.

-Sí, pero nunca a esta hora.

Llega un momento de tal tensión para los habitantes del pueblo, que todos están desesperados por irse y no tienen el valor de hacerlo.

-Yo sí soy muy macho -grita uno-. Yo me voy.

Agarra sus muebles, sus hijos, sus animales, los mete en una carreta y atraviesa la calle central donde está el pobre pueblo viéndolo. Hasta el momento en que dicen:

-Si este se atreve, pues nosotros también nos vamos.

Y empiezan a desmantelar literalmente el pueblo. Se llevan las cosas, los animales, todo.

Y uno de los últimos que abandona el pueblo, dice:

-Que no venga la desgracia a caer sobre lo que queda de nuestra casa -y entonces la incendia y otros incendian también sus casas.

Huyen en un tremendo y verdadero pánico, como en un éxodo de guerra, y en medio de ellos va la señora que tuvo el presagio, clamando:

-Yo dije que algo muy grave iba a pasar, y me dijeron que estaba loca.



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LA COMUNICACIÓN



La palabra COMUNICACIÓN deriva del latín "communicare" que significa "compartir algo, poner en común. Por lo tanto, la comunicación es un fenómeno inherente a la comunicación que los seres vivos mantienen  cuando se encuentran en grupo. A través de la comunicación, las personas o animales obtienen información respecto a su entorno y pueden compartirla con el resto. En el caso de los seres humanos, la comunicación es un acto propio de la actividad psíquica, que deriva del pensamiento, el lenguaje, y del desarrollo de las capacidades psicosociales de relación. El intercambio de mensajes, que puede ser VERBAL o NO VERBAL, permite al individuo influir en los demás y a su vez ser influido.

Entre los elementos que pueden distinguirse en el proceso comunicativo se encuentra el CÓDIGO (Sistema de signos y reglas que se combinan con la intención de dar a conocer algo, el CANAL (medio físico a través del cual se transmite la información), el EMISOR (quien desea enviar el mensaje), y el RECEPTOR (a quien va dirigido).



La comunicación puede ser afectada por lo que se denomina como RUIDO, una perturbación que dificulta el normal desarrollo de la señal en el proceso, por ejemplo distorsiones en el sonido, la afonía del hablante, ortografía defectuosa.

Lenguaje, lengua y habla: Ruido y retroalimentación

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ALFONSINA de Collado Gómez

Juan Lorenzo Collado Gómez nace en Albacete en 1960. Es Graduado Social y compagina su trabajo en Caja Castilla La Mancha con su afición literaria. En 1997 escribe su primer cuento que resulta premiado en un certamen y con ello comienza su actividad en el mundo de las letras. Pertenece a la Agrupación Cultural Alcandora. 


A continuación, Alfonsina..

"La lluvia me empapa, pero me importa muy poco, es casi mágico sentirla correr por la piel de forma torrencial. Queda todo tan lejos de aquí, de este momento de soledad en el que el dolor apenas me deja un segundo de plena lucidez.
Qué lejano queda todo, incluso el instante en el que hace unos segundos miraba la lluvia desde la ventana y el sufrimiento era intenso, apenas lo puedo soportar, diciéndome que no vale la pena continuar aquí porque, además, ya sólo es cuestión de días, quizá algún mes y además yo tengo mucho miedo, sobre todo al dolor.
Le dije en una ocasión a mi amigo Fermín Estrella que me llamaron Alfonsina porque quiere decir dispuesta a todo y ahora lo estoy más que nunca.
No recuerdo nada de Lugano, simplemente me dijeron que nací allí, pero yo he sido siempre argentina, aquí esta mi corazón, mis palabras, mis primeros recuerdos de cuando tenía cuatro años y estaba en San Juan, en el umbral de mi casa, sosteniendo un libro del revés mientras miraba a la gente que pasaba. De entonces recuerdo que siempre me consideré una niña fea con la cara redonda y regordeta.
Posiblemente ocurrieron muchas cosas importantes pero yo sólo recuerdo aquello de cuando era tan pequeña y cuando nos marchamos a Rosario. Una familia pobre. Mi madre puso una pequeña escuela domiciliaria y, posteriormente, mis padres abrieron el Café Suizo, cerca de la estación del tren. Me encantaba mirar pasar los trenes en los ratos libres en los que a mis diez años atendía las mesas y fregaba los cacharros. Pero siempre había un rato para sentarme a esperar su paso y escribir algún verso o describir la realidad en un papel. Pero el café fue un fracaso cuando papá murió y entonces yo me empleé en una tienda de gorras para ganar algún dinero.
Entonces llegó la compañía de teatro de Manuel Cordero y quiso la suerte que pudiera sustituir a una actriz que enfermó.
Mi madre me dejó ir con ellos y se abrió un mundo nuevo para mí representando “Espectros”, de Ibsen; “La loca de la casa”, de Galdós; y “Los muertos”, de Florencio Sánchez. Era una niña que a mis trece años parecía una mujer y la vida me pareció que apenas valía la pena porque el ambiente me aplastaba cada día y regresé a casa para escribir mi primera obra de teatro.
Con mi madre casada otra vez y sintiéndome fracasada, ya tenía muy claro lo dura que era la vida y que nadie me iba a regalar nada. Por eso me matriculé en la Escuela Normal Mixta de Maestros Rurales de Coronda hasta obtener el título. Comencé a estudiar para maestra rural y conseguí un puesto y, en mis ratos libres, escribía en las revistas “Mun rosarino” y “Monos y monadas”. ¡Qué poemas aquellos!
Hace frío aquí y quizá debería regresar a la pensión y meditar un poco, pero es que no tengo nada que pensar y quiero caminar hacia el mar.
Diecinueve años tenía cuando llegué a Buenos aires con una maleta más pesada por los libros de Rubén Darío que por mi ropa y mis versos.
Llegué embarazada de un hombre mucho mayor, al que quería y no quiso de mí algo más que placer. Fue allí donde decidí tener mi hijo y empezar de nuevo, con un niño sólo para mí al que llamé Alejandro. Mis recursos para vivir fueron trabajar como cajera en una tienda y en las revistas “Caras y Caretas”. Pero lo más placentero era recitar mis poemas en las bibliotecas de barrio.
Tardé cuatro años en conseguir, con un esfuerzo enorme, que mi primer libro viera la luz. Fue otro hijo que vio el mundo siendo un homenaje a Manuel Gálvez, a quien admiraba. Lo llamé “La inquietud del rosal”
Al mirar mis mejillas, que ayer estaban rojas
he sentido el otoño; sus achaques de viejo
me han llenado de miedo; me ha contado el espejo
que nieva en mis cabellos mientras caen las hojas...
Publiqué el poema “Versos otoñales” en “Mundo Argentino”, donde también lo hacía publicaba Rubén Darío y eso fue fantástico, tanto como conocer a Nervo, que llegó a Argentina como embajador.
Cuando presenté el libro “El dulce daño”, en 1918, las cosas eran diferentes porque mis amigos me ofrecieron una comida en el restaurante Génova, donde se reunía el grupo Nosotros y leyeron mis poesías Roberto Giusti y José Ingenieros, mi gran amigo.
Fue en ese año agradable cuando comencé a realizar visitas a Montevideo y ya no he dejado de hacerlo nunca.
Tú me quieres alba,
me quieres de espumas,
me quieres nácar.
Que sea azucena
sobre todas, casta.
Corola encerrada
¡Qué aguacero! Parece que se hundieran las nubes, pero no quiero entrar en casa, el malestar me hace desistir de ello, prefiero caminar hasta el mar.
Un año más tarde me hice cargo de una sección fija en la revista “La Nota” y en el periódico “Nación”, en el que, entre otras cosas, escribía sobre el papel que debiera corresponder a la mujer en la sociedad mucho más allá de buscar sólo el matrimonio. Como no podía ser de otro modo las críticas más feroces no se hicieron esperar por mis ideas, pero también hubo muchísimas adhesiones a mis palabras.
Ese fue un tiempo de dura pero agradable labor, me sometí a un esfuerzo que no me daba apenas tiempo para otra cosa que no fuera trabajo y más trabajo dando conferencias, clases en el colegio Marcos Paz, en la Escuela de Niños Débiles del Parque Chacabuco, en el Instituto de Teatro Infantil Labardén y en la Escuela Normal de Lenguas Vivas. Fue a partir de 1926 cuando dispuse de una cátedra en el conservatorio de Música y Declamación impartiendo Arte escénico y, no teniendo bastante con eso, di clases de castellano en la Escuela de Adultos Bolivar.
Todo este trabajo desembocó en un agotamiento físico que me llevó a un obligado descanso y así comenzaron mis viajes a Mar del Plata y Córdoba.Horacio Quiroga el escritor que vivía en la selva. ¡Qué buen amigo, cuánta admiración! No sé por qué no lo seguí al infinito. “Cuentos de la selva”, “El desierto”, “Anaconda”. Sus poemarios me atraían, disfrutaba con su lectura y para entonces yo ya había publicado “Irremediablemente” y “Languidez”.
Éramos tan diferentes...Pero me atraía su personalidad, su mirada, su poesía. Me robó un beso una tarde mientras jugábamos a las prendas y debíamos besar ambas caras de un reloj a la vez, y él lo quitó en el momento justo. Me hace sonreír el recuerdo de los tangos de entonces, cantar un tango, cuanta tristeza y pasión en ellos.
Cuando Horacio decidió volver a Misiones me dijo que lo acompañara, pero yo no me atreví a hacerlo. Quizá me equivoqué, pero eso ya no importa. No importa nada.
Esta noche al oído me has dicho dos palabras
comunes. Dos palabras cansadas
de ser dichas. Palabras
que de viejas son nuevas.
Casi coincidió la publicación de “Ocre” con la muerte de José Ingenieros y sin mi amigo me quedé mucho más sola de lo que siempre había estado.
Me reiría, como hice en otras ocasiones, de lo curioso de mi encuentro con Gabriela Mistral. Le habían dicho que yo era fea, no soy una belleza, pero de eso a ser tan fea... Y cuando llegó a casa y le abrí la puerta pregunto por Alfonsina pesando que tenía que ser alguien mucho menos agraciada.
Qué triste fue el estreno de mi primera obra de teatro, “El amo del mundo”. Hasta el presidente Alvear y su esposa, Regina Pacini, asistieron, pero fue un fracaso y la crítica se ensañó conmigo. Quizá no entendieron la visión que quería mostrar sobre la mujer. Un cronista llegó a decir que Alfonsina Storni denigraba al hombre. Todo lo que hay alrededor de mi obra de teatro fue un trago muy amargo.
Después vinieron viajes a muchos lugares, entre ellos España, a donde volví en 1931 conociendo escritores de allá como fue Concha Méndez, que me dedico algunos poemas. Y un año después publiqué mis dos farsas pirotécnicas: “Cimbelina y Olixene” y “La cocinerita” casi a la vez que me di cuenta de que las canas abundaban en mi cabello.
En “Mundo de siete pozos” intenté conseguir imágenes dentro de un mundo precario e inestable donde ojos, oídos, fosas nasales, boca, son los encargados de hacernos llegar el miedo, toda la angustia de la vida, recurriendo una y otra vez a los elementos que integran la ciudad.
Igual que yo fui a España y conocí a algunos escritores, otros vinieron de allá y así fue como conocí a Federico García Lorca, el de los gitanos. Su poesía me encantó y le dediqué un poema; “Retrato de García Lorca”:
Salta su garganta
hacia afuera
pidiendo
la navaja lunada...
Y cuando menos lo esperas el mazazo, el golpe frío que te sobrepasa y te hablan de una enfermedad y de que hay que operar antes de que sea demasiado tarde para atajar el cáncer de mama que me aquejaba. Y sin tener tiempo para salir al paso del abatimiento se suicidó Horacio Quiroga.
Morir como tú, Horacio, en tus cabales,
Y así como en tus cuentos, no está mal
un rayo a tiempo y se acabó la feria...
Qué difícil parece ser todo. ¿Por qué tiene que haber tanto dolor en la vida cuando sólo se pretender vivir... Tan sólo eso?
Hace frío, el aguacero apenas me deja ver el mar, tan fuerte, tan hermoso, tan atrevido, y yo quiero dejarme acoger por sus brazos.
Nunca llegué a pensar que me pudieran considerar tan importante como para invitarme a compartir un acto con Juana de Ibarbourou y Gabriela Mistral. Tenía que hablar de mi forma de crear y disponía de un día para escribir mi conferencia. Lo hice sobre mis rodillas y se me ocurrió el título de “Entre un par de maletas a medio abrir y las manecillas del reloj”.
Fue fantástico escucharlas, compartir sus secretos de escritoras con los demás y leer sus versos.
No ha pasado tanto tiempo, unos meses y mi vida ha dado un giro terriblemente brusco. La tensión, saber que todo está perdido es demasiado duro...

No podía aguantar más en la habitación y he tenido que salir, el dolor... Siempre este dolor que no me deja descansar, pero el mar está ahí, esperando siempre con su mirada capaz de llevar en ella el olvido.
He venido a Mar del Plata a descansar, a intentar reponerme cuando yo sé que no me queda ninguna posibilidad y no soporto más la angustia. Ni tan siquiera la lluvia torrencial es capaz de mitigarla un poco.
Hace unas horas llamé a la dueña de la pensión y le dicté una carta para mi hijo y he escrito un poema que quiero titular “Voy a dormir”.
Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
una constelación; la que te guste;
todas son buenas; bájala un poquito.
Déjame sola: oyes romper los brotes...
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que olvides... Gracias. Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido...
Sigue lloviendo y ya sólo espero que el agua del mar no esté muy fría".







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HARUKI MURAKAMI un cuento corto

Haruki Murakami es uno de los escritores japoneses más conocidos de la actualidad, tanto en su país como fuera de él. Su generación de escritores fue influenciada por la literatura contemporánea norteamericana. Él mismo ha traducido a Tobias Wolff, Francis Scott Fitzgerald, John Irving o Raymond Carver, a los que considera indudables maestros.
Tokio Blues fue la primera de sus obras que despuntó y su fama lo convirtió en una verdadera estrella en Japón.Sus obras tienen un marcado tinte surreal, en ellas refleja la soledad y el ansia de encontrar el amor, crea mundos donde mezcla lo real con lo onírico, y consigue a traer la curiosidad e inquietud de los lectores. Su carrera literaria no consta solo de novelas, también cuenta con recopilación de relatos, ensayos y cuentos ilustrados.

Haruki Murakami, escritor. - LOFF.IT Biografía, citas, frases.

Debajo, un cuento corto del autor..

SOBRE ENCONTRARSE A LA CHICA 100% PERFECTA UNA BELLA MAÑANA DE ABRIL

"Una bonita mañana de Abril, en una estrecha calle del barrio chic de Harujuku en Tokio, me crucé andando con la chica 100% perfecta.
Diciendo la verdad, ella no era tan guapa.
No destaca de una manera concreta. Sus ropas no tienen nada especial. La parte de atrás de su pelo todavía está aplastada por haber dormido. No es joven, tampoco. Debe estar cerca de los treinta, nada cercano a una chica, hablando con propiedad. Pero aún así, lo sé desde 50 metros a la distancia: Ella es la mujer 100% perfecta para mí.
En el momento en que la veo, siento un retumbar en mi pecho y mi boca está tan seca como un desierto.
Quizás ustedes tengan su particular tipo favorito de chica – perfecta con tobillos delgados, digamos, o grandes ojos, o dedos graciosos, o se vean atraídos sin una razón, por aquellas que se toman su tiempo con cada comida.
Yo tengo mis propias preferencias, por supuesto. Algunas veces en un restaurante, cuando me doy cuenta, estoy mirando a una chica de la mesa de al lado a la mía porque me gusta la forma de su nariz.
Pero nadie puede insistir en que la chica perfecta se corresponde con algún modelo preconcebido. Aunque me gustan mucho las narices, no puedo recordar la forma de la nariz de ella, o incluso si ella tenía una. Todo lo que puedo recordar con certeza es que ella no era una gran belleza. Es extraño.
“Ayer en la calle me crucé con una chica perfecta”, le digo a alguien.
“¿Sí?” el dice. “¿Guapa?”
“No realmente”
“¿Tu tipo favorito, entonces?”
¿“No lo sé. No parece que recuerde algo de ella: la forma de sus ojos o el tamaño de su pecho”
“Extraño”
“Sí. Extraño”
“De cualquier manera”, él dice ya aburrido, “¿que hiciste, hablaste con ella? ¿La seguiste?”
“No. Solo me crucé con ella en la calle”.
Ella iba hacia el Oeste, y yo hacia el Este. Era una bonita mañana de Abril.
Hubiera deseado hablar con ella. Media hora hubiera sido todo: sólo preguntarle por ella, hablarle de mí, y – lo que más me habría gustado hacer -, explicarle las complejidades del destino que condujo a nuestro encuentro en una estrecha calle en Harajuku una bonita mañana de Abril de 1981.
Después de hablar, habríamos comido en cualquier sitio, quizás visto una película de Woody Allen, o parado en un bar de hotel para tomar unos cocktails. Con algo de suerte, podríamos haber acabado en la cama.
La potencialidad llama a la puerta de mi corazón.
¿Cómo me puedo aproximar a ella? ¿Qué le debería decir?
“Buenos días, señora. ¿Piensa que podría compartir media hora de conversación conmigo?”. Ridículo. Hubiera sonado como un vendedor de seguros.
“Perdóneme, ¿sabría por casualidad si hay una tintorería abierta las 24 horas en el barrio?”. No, igual de ridículo. No llevo ni ropa sucia, en primer lugar. ¿Quién va a creerse una cosa así?
Quizás, la simple verdad lo haría. ”Buenos días. Usted es la chica perfecta para mí.”
No, ella no lo creería. Incluso si lo creyese, ella no querría hablar conmigo.
“Perdón”, podría decir, “puede ser que sea la mujer perfecta para ti, pero tu no eres el hombre perfecto para mí.” Podría pasar. Y si me encontrase en esa situación, probablemente me querría morir. Nunca me recuperaría de ese shock. Tengo 32 y esto es lo que significa hacerse mayor.
Pasamos frente a una floristería. Una cálida, y suave brisa de aire toca mi piel. El asfalto está húmedo y siento el olor de las rosas. No me atrevo a hablarle. Ella viste un jersey blanco, y en su mano derecha sostiene un sobre blanco que carece de sello. Por lo que deduzco que ha escrito a alguien una carta, quizás estuvo toda la noche escribiendo, a juzgar por las ojeras en sus ojos. El sobre podría contener todos los secretos que ella hubiese tenido siempre.
Avanzo un poco más y me doy la vuelta. Ella se pierde entre la multitud.
Ahora, por supuesto, sé exactamente que debería haberle dicho. Habría sido un discurso largo, demasiado quizás para haberlo desarrollado adecuadamente. Las ideas que se pasan por la cabeza no son nunca muy prácticas.
Bien. Hubiera comenzado “Erase una vez” y terminado “Una triste historia, ¿no cree?”
Erase una vez, un chico y una chica. El chico tenia 18 años y la chica 16. Él no era especialmente guapo, y ella tampoco. Solo eran un hombre y una mujer solitarios como todos los demás. Pero ellos creían con todo su corazón que en alguna parte del mundo había un hombre y una mujer perfectos para ellos. Sí, ellos creían en un milagro. Y ese milagro ocurrió realmente.
Un día los dos se encontraron en una esquina de una calle.
“Esto es increíble,” él dijo “Te he estado buscando toda mi vida. No lo creerás, pero tú eres la mujer perfecta para mí.”
“Y tú”, dijo ella, “eres el hombre perfecto para mí, exactamente como te había soñado en cada detalle. Es como un sueño.”
Se sentaron en un banco del parque, se cogieron de las manos, y se contaron sus historias el uno al otro hora tras hora. Ellos ya no estaban más solos. Habían encontrado y sido encontrados por su pareja perfecta. Qué cosa maravillosa es encontrar y ser encontrado por tu pareja perfecta. Es un milagro, Un milagro cósmico.
Mientras conversaban sentados, sin embargo, una pequeña, pequeña sombra de duda enraizó en sus corazones: ¿Estaba bien que los sueños de alguien se hicieran realidad tan fácilmente?
Y así, cuando se produjo una pausa momentánea en su conversación, el chico le dijo a la chica: “Vamos a probarlo para nosotros una vez. Si realmente somos el amor perfecto del otro, entonces alguna vez, en algún lugar, nos encontraremos otra vez sin duda. Y cuando pase, sabremos que somos la pareja perfecta, y nos casaremos. ¿Qué piensas?”
“Sí,” dijo ella, “eso es exactamente lo que deberíamos hacer.”
Y entonces se separaron, ella fue al Este, y él al Oeste.
La prueba que habían acordado, sin embargo, era innecesaria. No la deberían haber realizado, porque eran real y verdaderamente la pareja perfecta, y era un milagro que se hubiesen encontrado Pero era imposible para ellos saberlo, jóvenes como eran.
Las frías, indiferentes olas del destino continuaron sacudiéndolos despiadadamente.
Un invierno, el chico y la chica cayeron enfermos de una terrible gripe, y después de luchar entre la vida y la muerte, perdieron la memoria de sus años más tempranos. Cuando se dieron cuenta sus cabezas estaban vacías.

Fueron dos brillantes y decididos jóvenes, sin embargo, y gracias a sus esfuerzos constantes fueron capaces de adquirir otra vez el conocimiento y el sentimiento que les posibilitó volver como miembros hechos y derechos a la sociedad. Gracias a Dios, se convirtieron en ciudadanos que sabían como utilizar el metro, o ser capaces de enviar una carta especial al correo.
También experimentaron el amor otra vez; algunas veces, como mucho al 75% u 85%.
El tiempo pasó con una rapidez espantosa, y pronto el muchacho tuvo 32 años, la muchacha 30.
Una preciosa mañana de Abril, en busca de una taza de café para comenzar el día, el muchacho andaba del Oeste al Este, mientras la muchacha, teniendo la intención de enviar una carta, andaba del Este al Oeste, los dos sobre la misma estrecha calle del barrio de Harajuku en Tokio.
Se cruzaron en el centro mismo de la calle.
El destello más débil de sus memorias perdidas brilló tenuemente por un breve momento en sus corazones. Cada uno sintió un retumbar en su pecho. Y ellos supieron:
Ella es la mujer perfecta para mí
Él es el hombre perfecto para mí.
Pero el brillo de sus memorias era demasiado débil, y sus pensamientos ya no tenían la claridad de catorce años antes.
Sin una palabra, se cruzaron, desapareciendo entre la multitud. Para siempre.
Una triste historia, ¿no cree?"

















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